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Guantánamo: los jueces asestan dos nuevos golpes a una administración asediada

2 de julio de 2007
Andy Worthington


El viernes, en dos decisiones distintas, los jueces de Estados Unidos reprendieron duramente a la administración por su política de mantener recluidos a unos 300 presos en Guantánamo sin cargos ni juicio, y por sus planes de juzgar a otros 80 presos ante Comisiones Militares, el muy denostado sistema de enjuiciamiento de sospechosos de terrorismo, que permite el uso de pruebas secretas obtenidas mediante soborno, coacción y tortura.

En un breve auto hecho público el viernes por la mañana, el Corte Supremo aceptó escuchar las alegaciones de dos presos de Guantánamo -el kuwaití Fawzi al-Odah y el bosnio Lakhdar Boumediene- de que tenían derecho a impugnar su detención ante los tribunales estadounidenses. Esta decisión es consecuencia de una sentencia anterior del Corte Supremo, de junio de 2004, en la que se reconocía a los presos el derecho a impugnar su detención, y que fue anulada en octubre de 2006, cuando un Congreso sin apenas sensibilidad aprobó la draconiana Ley de Comisiones Militares, por la que se suprimía el derecho de los presos a presentar recursos de hábeas corpus para impugnar el fundamento de su detención y se restablecía el sistema de juicios por comisiones militares, que el Corte Supremo había desestimado en junio de 2006 por considerarlo ilegal en virtud de la legislación estadounidense y de los Convenios de Ginebra.

La decisión del viernes, adoptada por cinco de los nueve jueces, revocó una decisión adoptada en respuesta a un recurso presentado por los presos en abril. En aquella ocasión, el Corte Supremo rechazó su petición de ser oídos, aunque no descartó una nueva intervención: Los jueces John Paul Stevens y Anthony M. Kennedy señalaron la "evidente importancia" de los casos, pero dijeron que sería prematuro intervenir, mientras que otros tres miembros del tribunal -los jueces Stephen G. Breyer, Ruth Bader Ginsburg y David H. Souter- dijeron que querían actuar de inmediato.

La medida es tan inusual que los observadores del tribunal se han esforzado por recordar la última ocasión en que el Corte Supremo revocó una opinión, asumiendo un caso al que previamente se le había denegado la vista, y han llegado a la conclusión de que fue hace 60 años. Aunque los jueces no ofrecieron ninguna explicación, los abogados de los presos han sugerido que podrían haberse dejado influir por la declaración jurada presentada la semana pasada con uno de los casos por el teniente coronel Stephen Abraham, oficial de inteligencia del ejército con 26 años de experiencia y el primer ex miembro de los tribunales que critica el proceso en público, quien declaró que la recopilación de material para su uso en los tribunales era muy defectuosa y que todo el sistema estaba orientado a refrendar la designación previa de los detenidos como "combatientes enemigos".

El Corte Supremo no empezará a juzgar los casos hasta otoño, pero mientras tanto, aunque no se ha hecho público el recuento de votos de la decisión, los observadores jurídicos han estado escrutando los perfiles de los jueces, especulando con que la opinión del juez Anthony M. Kennedy era fundamental. Los abogados citados por el New York Times dijeron que "no era posible predecir cómo votaría finalmente en lo que podría ser un tema divisivo en el tribunal", pero llama la atención que, en junio de 2006, fue implacablemente duro en su veredicto sobre la ilegalidad de las Comisiones Militares, advirtiendo a la administración de que "las violaciones del artículo 3 común [de los Convenios de Ginebra, que prohíbe 'los tratos crueles y la tortura' y 'los ultrajes a la dignidad personal, en particular los tratos humillantes y degradantes'] se consideran 'crímenes de guerra', punibles como delitos federales, cuando son cometidos por o contra nacionales y personal militar de Estados Unidos."

El viernes por la tarde, el coronel del ejército Peter Brownback, el juez militar que preside la Comisión Militar de Omar Khadr, un canadiense que sólo tenía 15 años cuando fue capturado en Afganistán en julio de 2002, asestó un segundo golpe a la administración. Brownback -y su colega, el capitán de navío Keith Allred, que presidía la Comisión Militar de Salim Hamdan, yemení acusado de ser uno de los chóferes de Osama bin Laden- sorprendieron a todos hace cuatro semanas al dictaminar que las Comisiones no podían seguir adelante porque, según los términos de la Ley de Comisiones Militares, los procesados tenían que haber sido designados "combatientes enemigos ilegales" en los tribunales que los habilitaban para ser juzgados por una Comisión Militar, mientras que Khadr y Hamdan -y, de hecho, todos los demás presos de Guantánamo- sólo habían sido considerados "combatientes enemigos".

Al emitir un segundo dictamen, en respuesta a un nuevo argumento jurídico del Pentágono, el coronel Brownback se negó a dar marcha atrás y dictaminó que el gobierno no había resuelto la falta de jurisdicción en el caso de Khadr. El capitán Allred aún tiene que emitir un segundo dictamen en el caso de Hamdan, pero mientras tanto el comandante de la Marina Jeffrey Gordon, portavoz del Pentágono, declaró que la administración estaba preparando la presentación de un recurso ante el Tribunal de Revisión de las Comisiones Militares, un tribunal de apelación que se creó apresuradamente tras el descarrilamiento de las Comisiones el 4 de junio, y añadió, de forma reveladora: "Estamos decepcionados con la decisión del juez en este asunto."

El mismo día en que se produjeron estas trascendentales decisiones, 145 miembros de la Cámara de Representantes -144 demócratas, encabezados por James Moran, de Virginia, y un solitario republicano, Walter Jones, de Carolina del Norte- enviaron una carta al presidente Bush instándole a cerrar Guantánamo y trasladar a los presos a prisiones militares en el territorio continental de Estados Unidos. "El cierre de los centros de detención de Guantánamo representaría un primer paso positivo hacia el restablecimiento de nuestra reputación internacional como líder de la democracia y los derechos individuales", afirmaban los Representantes en su carta, en la que, al igual que los abogados de Fawzi al-Odah y Lakhdar Boumediene, también pedían el restablecimiento de los derechos de habeas corpus de los presos, explicando: "Esto permitirá la puesta en marcha de juicios justos y transparentes para llevar ante la justicia a los enemigos de nuestro país." Sin embargo, la rapidez con la que responderá la administración es otra cuestión. La portavoz de la Casa Blanca, Emily Lawrimore, se apresuró a dar una respuesta provisional, afirmando que la carta había sido recibida y señalando que el Presidente ya había declarado que quería cerrar Guantánamo, añadiendo: "Antes de que eso pueda ocurrir deben darse una serie de pasos, y seguimos trabajando en ellos". A pesar de la escalada de críticas, me pregunto si, en privado, la obstinada cábala encabezada por el Presidente y el Vicepresidente Cheney ha decidido que uno de esos pasos es el requisito de que primero se congele el infierno.


 

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